29 abril 2006
Cefalea
27 abril 2006
La fina línea que separa el silencio del estruendo.
Siendo realistas, ninguno de nosotros esperaba una participación masiva, así que tendremos que dar por bueno el silencio. A lo mejor no hay nada que decir y entonces no decir nada dice mucho. Quizá no esperemos nada y por eso lo que tenemos nos parece suficiente. Suficiente foro, suficiente diversión, suficiente dinero, suficiente amor, suficiente ropa, suficientes libros, suficiente edad, suficiente tiempo, suficiente espacio, suficiente sexo, suficiente sábado, suficiente amistad, suficiente peso, suficiente sal, suficiente camino, suficiente futuro, suficiente alegría, suficiente sueldo, suficiente ron, suficientes heridas, suficiente ciudad, suficiente poesía, suficiente pelo, suficientes mentiras, suficientes besos, suficiente sonrisa, suficiente pene, suficientes recuerdos, suficiente alma, suficiente pan, suficiente cine, suficiente patria, suficiente amistad, suficiente nicotina, suficiente alquitrán, suficiente historia, suficiente vida, suficiente coefeciente, suficiente mente. Suficiente. Estoy hasta los huevos del cuento de lo sano que es tener suficiente. Nos lo venden a precio de oro, nos lo inyectan, nos lo hacen tragar cada mañana, cada nómina, cada calada, cada entierro, cada sonrisa, cada anuncio, cada polvo, cada extracto bancario. En cada telediario nos dicen que tenemos que estar agradecidos por tener suficiente, pero mienten como cabrones porque yo sé que en mis tiempos el suficiente era para los que aprobaban por los pelos. La única gloria era el cero o el excel·lent.
Si la vida es un examen, yo soy de los que estudian la última noche.
24 abril 2006
Amenaza cumplida
No me queda más remedio que volver a la poesía. Pocas cosas quedan a las ocho de la mañana después de chaouen y chivas. Hielo muriéndose al fondo del vaso, cenizas y humo. Estamos en las mismas: si alguna vez tuve una brújula la perdí por la noche y tonto. Los polos magnéticos, el despiste, la mañana temprano sin sueño, el compromiso de los lunes…
LA RESPUESTA DEL ERIZO.
No puede plantar cara al enemigo,
mostrándole los cuernos:
no los tiene.
Ni tampoco morderle:
son sus dientes
pacíficos, herbívoros.
Carece de aguijones, de sustancias
que inocular: su cuerpo
no produce venenos.
Ni puede refugiarse en la manada:
vive con su familia nada más, cuida de ella.
Ni siquiera la huida le es posible:
mal corredor, lentísimo, torpón,
lo atrapan de inmediato.
Así que si se siente
atacado, el erizo
se aovilla
y despliega sus púas.
Es su única defensa.
Pues aún hay quien le acusa
de agresivo.
Jesús Munárriz, Peaje para el alba.
17 abril 2006
Lunes
En fin, que queréis que os diga: a todos los subnormales nos da por algo, y ustedes van a tener que cargar con éste.
LOS monstruos nunca mueren.
Si crees que retroceden, si parece
que han olvidado el rastro de tus días,
tus lugares sagrados, tus rutinas,
el bosque inabarcable de tus sueños;
si sonríes, porque ya no recuerdas
la última noche en que te atormentaron,
ten por seguro que andarán buscándote,
ten por seguro que darán contigo.
Y entonces pisarán donde tú ya has pisado,
incendiarán tu bosque, tendrás cita
con ellos en su cama, jugarán con tus cartas,
beberás de su copa
y soñarán por ti castigos impensables.
Los monstruos nunca mueren.
Viajan dentro de ti, regresan siempre.
Son los pasos que escuchas
en el destartalado desván de la conciencia,
el ruido del somier de dos que follan
en el cuarto contiguo en el que no hay nadie.
Los monstruos son las sombras chinescas que proyecta
un imsomne demonio en la pared,
o el salvaje aleteo de un pájaro invisible
en un cofre cerrado; la llamada
en mitad de la noche, sin respuesta,
y es la respiración del monstruo
la que está al otro lado, jadeando.
Son el centro de un ojo
que no puede dormir,
porque no tiene párpado.
Pasa el tiempo, se pierde,
la memoria se pudre,
desolladero abajo de nosotros.
El amor se consume por obra de su fuego.
Los secretos terminan traicionándose,
cede la fiebre, el sol declina,
se nos muere la dicha del que fuimos,
el que somos se muere sin saberlo.
Pero los monstruos no.
Los monstruos nunca mueren.
Carlos Marzal, Los países nocturnos, 1996.
12 abril 2006
Habemus un crack
habemus forum
Mis más cínicas disculpas por haber tardado tanto, me dí toda la prisa que sé. No creo que haga falta poner excusas, al fin y al cabo estuve, como todos, dando vueltas aquí y allá, gastando suelas, debiéndome vasos de tubo e intentando con absoluta seriedad ser normal, no tener ojeras, oler bien, contar con el beneplácito de los escaparates y jugar a ese juego de cartas marcadas que es la vida social. Coincidiréis conmigo en que después de lo corrido desde el último foro hasta hoy, a algún lugar habremos llegado y no sé a vosotros, pero a mí ya me duelen los pies y me apetece sentarme un rato. Así que descalzo e impaciente, me gustaría que alguien me explicase dónde estamos y qué coño hacemos con las maletas que hemos traído. Dónde cuelgo la chaqueta, cuándo sirven la cena, quién da los turnos, en qué sillón me siento. Apetece. Apetece sentarse un rato y disfrutar de la rara comodidad de la incertidumbre. No estaría mal que entre todos fuésemos capaces de juntar algunos renglones que nos aclarasen, aunque sea de lejos, lugar exacto, dirección, objetivo, fin.