-¿llevas cuatro cervezas?
Y yo, tan urbano e ilustrado, una vez más tengo horchata por sangre. Con la de nudos que llevo en la lengua cómo le explico yo a esta chiquilla, a esta diosa de la fertilidad, quién es Shopenhauer y qué opina sobre la llamada de la especie y el amor apasionado. Pero la chica se lleva a los labios otro petardo y se hace la tonta con media sonrisa, así que confío en que mis manos cumplirán su palabra de estarse quietas y que seré fiel a lo que me queda de sentido común. Quince céntimos vale un mensaje de texto, y en esos ciento sesenta caracteres uno puede ser capaz de emborronarse hasta límites insospechados: así es como yo y mis cuatro mahous contribuimos con otra piedrecita a levantar los muros del caos. Yo, tan urbano y desafeitado, jugando un papel que me viene grande. Y chisporrotea la lluvia mientras fumo en la ventana (como cuando tenía diecisiete años) y la diosa de la fertilidad, a estas horas, dormirá entre sábanas blancas ignorando a Shopenhauer, jodido alemán barbudo, que está a mi lado desbrozando el descampado de mis recuerdos. Porque digo yo que si tan bien se estaba entre tus piernas, porque soy tan feliz estando sólo y echándote de menos. Y por qué por muchas cosas que aprenda siempre hay un momento en el que me siento un maldito inocente. Demasiados mensajes, quizá no valga para aguantar no saber dónde duermo mañana. Y al final asumo que es tan sencillo como complicado. Ni acostarme sólo ni dormir con nadie. Después de tanto aprender y no saber nada, aún pienso que a la que sea capaz de hacer de mi ónfalo su ombligo le mostraré con la punta de los dedos el color dorado que se esconde en algunos rincones de la tarde. Quizá la chica haya pensado que al final no valía tanto la pena. Y yo con cuarenta y un mensajes sin borrar en el móvil y un cajón lleno de fotos que arañan las manos. La cosa está más o menos clara: al final hago de todos los cuerpos la misma piel, así que ella sigue siendo la misma. Y miro las botellas agrupadas en la mesa.
- Sí, creo que han sido cuatro.
17 noviembre 2006
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1 comentario:
una buena amiga, de esas q no se olvidan fácilmente porque te recuerda a cada día del año de kien es el cumpleaños y porque te obliga a profesar con sus ideas políticas, aunque sean (por este orden) de lo más centristas, izquierdistas, derechistas… y no sepa uno por donde tirar realmente…pues bien, va y me manda por mail este texto al cual yo ahora respondo…todavía no sé si, porque cita varias veces a mi bien amado Shopenhauer o, porque la persona en cuestión necesita a la musa de musas para q le inspire compasión y piedad por todos aquellos cuerpos pelados (dígase sin piel) que tuvo que desgarrar para darse cuenta de que en los tiempos que corren el mercado de pieles es una total estafa (por lo menos, para todos los personajes malditos q yo conozco ). Bien venido!! una vez que aprendas esto, ya no soñarás con dar la manzana de Paris a ninguna Afrodita que te ofrezca a la mujer más bella de vuestras tierras valencianas. Perdona mi osadía si te dedico este bello poema de nuestro también inocente Boudelaire, para que no te sientas tan solo entre tantos malditos
Tú que, como una cuchillada,
entraste en mi corazón quejumbroso;
tú que, como una manada
de demonios, enloquecida y adornada, viniste
para hacer de mi espíritu humillado
tu lecho y tu dominio.
¡infame! a quien estoy ligado
como el forzado a su cadena,
como al juego el jugador empedernido,
como el borracho a la botella,
como a los gusanos la carroña,
¡maldita, maldita seas tú!
He rogado a la rápida espada
que conquiste mi libertad,
y he dicho al pérfido veneno
que socorra mi cobardía.
¡Ay! el veneno y la espada
me han desdeñado y me han dicho:
-No eres digno de que se te libere
de tu maldita esclavitud
¡Imbécil! Si de su imperio
te libraran nuestros esfuerzos,
tus besos resucitarían
el cadáver de tu vampiro.
Y dicho esto, como soy una intrusa en este foro, me marcho antes de que abra más mi dulce boca y solicitéis mi nombre para mi futura lapidación.
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