22 enero 2007

Carta a mí mismo pidiéndome explicaciones

Dice Benjamín Prado que un poema es un acuario con peces de verdad y agua inventada, así que tú, que nunca has llenado un acuario y casi nunca has escrito un poema, deberías al menos poder explicar por qué una mueca en los labios, de verdad y no inventada, es capaz de desbaratarte cualquier atisbo de control, soltura o suficiencia, y de hacer de tus dogmas un poema. Explícame también por qué cuando la pretendida libertad te dejó que la cogieras de la mano, lo que temblaron no fueron sus piernas sino tus andamios. Dime por qué ya no son tan ciertas tus certidumbres, ¿cómo es posible que las noches duren un mordisco y los besos un siglo? Enséñame el cuadro donde está pintado ese arte de birlibirloque que cambia los jueves por lunes, enero por abril y las ciudades de sitio. Dime una cosa ¿desde cuándo te interesan las tarifas de la distancia? Y sobre todo quiero que me expliques algo importante, algo que te habrás preguntado tú primero, ¿qué pasa cuando la musa se queda a dormir? Y no hablo de qué hacer con toda esa inspiración entre las manos, hablo de lo otro, ¿le lees un cuento y se queda dormida? ¡Ay amigo! a quién se le ocurre mezclar saliva con humo y perder la calma, maldito inocente, lo que tenían que temblar eran sus piernas, no las tuyas. Tú que vas tan de fantástico, tendrías que haberte visto; te sorprendió descubrir que nunca habías mordido tan fuerte, y te sorprende saber que puedes morder aún más. Como te decía, ya no son tan ciertas tus certidumbres, ¿cuántas veces crees que podrás seguir saliendo indemne? Te dije que no le contaras a nadie que ya te habías terminado todo el botecito de eso que sólo tenemos uno y que se suele llamar amor, te dije que no comparases sus ojos con la cocacola. También te dije que llevases ropa de abrigo; te advertí de todo eso y no me hiciste caso, cabezón ¿de verdad te creías que podías decirle a las dunas hacia dónde se tienen que mover? En el fondo lo sabes, no tiene sentido seguir conduciendo entre la niebla, aparca de una vez y no des más vueltas. Mírate, cada día comes menos, cada vez te cuesta más. Explícamelo, dime algo convincente. O al menos miénteme y jura que lo tienes claro. Pero decídete: o muerdes o ladras. O llenas el acuario o apagas la luz y te metes en tu cama de cuerpo y medio que ya no es lo que era.

... en Valencia, a veintiuno de enero de dosmil siete, dudando de lo benéfico de este desnudo.

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