27 febrero 2007

Pequeños Extractos de Cordura

Hay todo un mundo para los abandonados,
y sólo uno para los dominados.
Se han juntado el miedo y la inercia,
y el mundo se ha vuelto chiquito:
el pájaro ha huido a su regazo
y el mono ha regresado a su brazo.
Realmente el mundo goza de variedades:
hombres con mal gusto,
hombres talentosos,
y exquisiteces de ranas absueltas.
Hay todo un olvido para los aburridos,
y solo uno para los suspendidos,
pero si se pudiera elegir, sería en otro mundo.

23 febrero 2007

Ejercicio gratuíto e innecesario de auto-crítica metamórfica.

Tanta gente había hecho tratos con el diablo que no pensé que fuese tan difícil endosarle mi alma. Aquel cornudo la inspeccionó de arriba abajo y después de mirarla un rato al trasluz me la devolvió con una mueca de desagrado. No la quería, decía que ya estaba usada. Vaya una mierda de negocio, pensé. Probé entonces con la alquimia, a ver si sonaba la flauta y podía convertirla en oro, hasta me conformaba con convertirla en plomo y venderla a peso. Pero era una disciplina muy dura que exigía dedicación exclusiva, muchas horas, demasiados símbolos a descifrar, un coñazo, vamos. Y ocurrió que como siempre me quedé a mitad y sólo alcancé a convertir mi alma en piedra pómez. Sí, esa que flota, la que tiene nombre como de apellido de niño castigado sin recreo: Pómez. Esa es la razón por la que ahora me veo en una situación en la que, aun siendo agradable al tacto e incluso buen compañero de bañera, a mis treinta sanfermines tengo más bien poca prestancia, escasas posesiones y un humor color azabache. Sé que de habérmelo currado un poquito más con el rollo de la alquimia podría haber sido todo un galán biempensante, bien peinado y hasta bien motorizado. Me anticipo a la crítica: esto tiene toda la pinta de ser mi modo de consolarme, pues siendo consciente de que sólo soy un pobre diablo, describo mis pensamientos con una forzada ironía que si bien no me disculpa, confiere a la situación un toque ácido a la par que romántico. Qué va, qué va, ni mucho menos, escribo todo esto porque mis compañeros de piso (eufemismo de "mis padres") me han dejado la noche libre y ando por la casa ejerciendo mis vicios a diestro y siniestro, que no hay nada como tener un teclado a mano mientras fumas, así de adolescentes son mis motivos... Bueno, pero yo hablaba de la piedra pómez, y de que podría haber hecho las cosas de otra manera, pero el caso es que ando aquí a las cinco y pico de la mañana esperando furioso al viernes, mítico viernes, cuando a golpe de autobús me deshaga de la inercia y algunos cientos de kilómetros después suba al cielo peldaño a peldaño para escribir con mordiscos lo que todavía no me ha pasado. Los manatíes, o vacas marinas, son grandes mamíferos acuáticos que salen a respirar cada tres o cuatro minutos. Feos hasta lo simpático, gustan de vivir solitarios hasta que en época de apareamiento buscan a una hembra con la que copular. Yo, que ya ando cansado de océanos, y de acuarios, y de toda la parafernalia esa de la vida submarina, lo único que quiero es respirar todo el tiempo. Por eso a estas horas parezco tonto intentando en vano calcular que hora será en Australia, si ahora estarán en ayer o en mañana. Pero decía que ando aquí a las cinco y pico de la mañana, ya casi las seis, dándole vueltas a la alquimia, la distancia, los mordiscos y la piedra pómez. Algo andará mal en todo esto, las franjas horarias, la inercia, el imsonmio de las musas, los mensajes de texto a medio dormir, vete tú a saber, el caso es que es tarde, no me queda cerveza y empiezo a tener sueño. Y todo este mediocre monólogo para confesar, colilla en mano, que nada ha vuelto a ser lo mismo desde que sé dónde se apoyan las vigas que sostienen el cielo.

20 febrero 2007

Rank Xerox

A fecha de hoy todavía no me las había tenido que ver con una fotocopiadora. Como hombre de mi tiempo, se supone que estoy más que versado en el manejo de todo ese tipo de artefactos tecnológicos que funcionan a base de toquecitos suaves con la punta del dedo, o al menos eso es lo que pensaba yo antes de enfrentarme a diario con un invento tan infernal como la fotocopiadora. Seleccionar orientación y tamaño, a una cara o a dos, las pares juntas o par-impar. Seleccionar origen de la copia. No hay papel. Una cara bien, la otra al revés. Falta la hoja del final. Quince copias. Una luz roja que no sé lo que significa ¿Cancelar copia? ¿Sí, No? Volvemos a empezar. Seleccionar orientación y tamaño, a una cara o dos, las pares juntas o par-impar. Quince más. Otra vez mal ¿Cancelar copia? Sí. Además de una sorda frustración, mi relación con la fotocopiadora supone a diario un desastre ecológico sin precedentes, tochos enteros de folios din a4 de la mejor calidad. Acercarme a ese bicho es sinónimo de blasfemias, pulsar más fuerte de lo conveniente, intentar ocultar las malas copias en la papelera. Pero aunque parezca algo estresante, últimamente he descubierto lo mucho que me entretiene descifrar los entresijos de ese arcano display táctil y sus tic-tics tan cabronzuelos, sus alquímicos iconos, su oscuro razonamiento. Si algo estoy aprendiendo es que cuando prescindes de instrucciones e improvisas con tu propia lógica, lo que pretendes se parece bien poco a lo que obtienes, aunque no por ello deja de ser divertido. Hoy me he acordado del día que teníamos que llevar al trabajo una fotocopia del dni y mi bizarro amigo Hugo trajo la suya en color tamaño folio, no es coña, es de lo mejorcito que he visto nunca. El caso es que desde que trabajo ocho horas los días parecen ser el resultado de fotocopias fallidas, una errónea selección de los parámetros; es como si faltase papel o se encendiese de vez en cuando una luz roja que no sé lo que significa. Intento tomármelo con calma: me distraigo con los aparatitos, observo a la gente, miro el calendario, me aburro. A veces me tomo un café y armado de valor me vuelvo a encarar con la fotocopiadora: a ver cómo me la juegas ahora, preciosa. Pero en general me aburro. Dudo del valor de todo esto y observo con interés cuánto de inercia hay en el hecho de que cada tarde decida ir a trabajar. Porque si no es inercia ya me dirás tú lo que es.
inercia:
(Del lat. inertĭa).
1. f. Mec. Propiedad de los cuerpos de no modificar su estado de reposo o movimiento si no es por la acción de una fuerza.
2. f. Rutina, desidia.
Y yo, que para ser un hombre mi tiempo le tengo mucho respeto al diccionario, me siento impelido a buscar entre mi lista de certidumbres una fuerza cuya acción sea capaz de situarme en las antípodas de lo previsible. A fecha de hoy todavía no me las había tenido que ver con algo así.

14 febrero 2007

En mi insomnio

En mi insomnio juego a mirarte mientras duermes,
e imagino tus versos sin sonido al son de mi cadencia.
En mi insomnio las sábanas pertenecen a nuestros manatíes,
y los pliegues saborean el mordisco herido de nuestras caderas apretadas.
En mi insomnio tus partículas de memoria poseen mis senos de agua,
y, dentro, todo se funde en temblor de piernas y saliva de cama.
En mi insomnio mi monito se cuelga de tu brazo,
y sueño que te tengo y no.
En mi insomnio sin noche no entiendo el despertar de mis murmullos,
que evocan los cánticos del pajarillo olvidado.
En mi insomnio todo estallará debajo de la cama,
y no podremos revolcarnos,
porque en un solo movimiento, amor
nos comeremos el aire.

13 febrero 2007

De las cátedras de la virtud

Le habían alabado a Zaratustra un sabio que sabía hablar bien del dormir y de la virtud: por ello, se decía, era muy honrado y recompensado, y todos los jóvenes se sentaban ante su cátedra. A él acudió Zaratustra, y junto con todos los jóvenes se sentó ante su cátedra. Y así habló el sabio:

  ¡Sentid respeto y pudor ante el dormir! ¡Eso es lo primero! ¡Y evitad a todos los que duermen mal y están desvelados por la noche!

  Incluso el ladrón siente pudor ante el dormir: siempre roba a hurtadillas y en silencio por la noche. En cambio el vigilante nocturno carece de pudor, sin pudor alguno vagabundea con su trompeta.

  Dormir no es arte pequeño: se necesita, para ello, estar desvelado el día entero.

  Diez veces tienes que superarte a ti mismo durante el día: esto produce una fatiga buena y es adormidera del alma. Diez veces tienes que volver a reconciliarte a ti contigo mismo; pues la superación es amargura, y mal duerme el que no se ha reconciliado.

  Diez verdades tienes que encontrar durante el día: de otro modo, sigues buscando la verdad durante la noche, y tu alma ha quedado hambrienta.

  Diez veces tienes que reír durante el día, y regocijarte: de lo contrario, el estómago, ese padre de la tribulación, te molesta en la noche.

  Pocos saben esto: pero es necesario tener todas las virtudes para dormir bien. ¿Diré yo falso testimonio? ¿Cometeré yo adulterio?

  ¿Me dejaré llevar a desear la sierva de mi prójimo? Todo esto se avendría mal con el buen dormir.

  Y aunque se tengan todas las virtudes, es necesario entender aún de una cosa: de mandar a dormir a tiempo a las virtudes mismas.

  ¡Para que no disputen entre sí esas lindas mujercitas! ¡Y sobre ti, desventurado!

  Paz con Dios y con el vecino: así lo quiere el buen dormir. ¡Y paz incluso con el demonio del vecino! De lo contrario, rondará en tu casa por la noche.

  ¡Honor y obediencia a la autoridad, incluso a la autoridad torcida! ¡Así lo quiere el buen dormir! ¿Qué puedo yo hacer si al poder le gusta caminar sobre piernas torcidas?

  Para mí el mejor pastor será siempre aquel que lleva sus ovejas al prado más verde, esto se aviene con el buen dormir.

  No quiero muchos honores, ni grandes tesoros: eso inflama el bazo. Pero se duerme mal sin un buen nombre y un pequeño tesoro.

  Una compañía escasa me agrada más que una malvada: sin embargo, tiene que venir e irse en el momento oportuno. Esto se aviene con el buen dormir.

  Mucho me agradan también los pobres de espíritu: fomentan el sueño. Son bienaventurados, especialmente si se les da siempre la razón.

  Así transcurre el día para el virtuoso. ¡Mas cuando la noche llega me guardo bien de llamar al dormir! ¡El dormir, que es el señor de las virtudes, no quiere que lo llamen!

  Sino que pienso en lo que yo he hecho y he pensado durante el día. Rumiando me interrogo a mí mismo, paciente igual que una vaca: ¿cuáles han sido, pues, tus diez superaciones?

  ¿Y cuáles han sido las diez reconciliaciones, y las diez verdades, y las diez carcajadas con que mi corazón se hizo bien a sí mismo?

  Reflexionando sobre estas cosas, y mecido por cuarenta pensamientos, de repente me asalta el dormir, el no llamado, el señor de las virtudes.

  El dormir llama a la puerta de mis ojos: éstos se vuelven entonces pesados. El dormir toca mi boca: ésta queda entonces abierta.

  En verdad, con suave calzado viene a mí él, el más encantador de los ladrones, y me roba mis pensamientos: entonces yo me quedo en pie como un tonto, igual que esta cátedra.

  Pero no estoy así durante mucho tiempo: en seguida me acuesto.

  Mientras Zaratustra oía hablar así a aquel sabio se reía en su corazón: pues una luz había aparecido entretanto en su horizonte. Y habló así a su corazón:

  Un necio es para mí este sabio con sus cuarenta pensamientos: pero yo creo que entiende bien de dormir.

  ¡Feliz quien habite en la cercanía de este sabio! Semejante dormir se contagia, aun a través de un espeso muro se contagia. Un hechizo mora también en su cátedra. Y no en vano se han sentado los jóvenes ante el predicador de la virtud.

  Su sabiduría dice: velar para dormir bien. Y en verdad, si la vida careciese de sentido y yo tuviera que elegir un sinsentido, éste sería para mí el sinsentido más digno de que se lo eligiese.

  Ahora comprendo claramente lo que en otro tiempo se buscaba ante todo cuando se buscaban maestros de virtud. ¡Buen dormir es lo que se buscaba, y, para ello, virtudes que fueran como adormideras!

  Para todos estos alabados sabios de las cátedras era sabiduría el dormir sin soñar: no conocían mejor sentido de la vida.

  Y todavía hoy hay algunos como este predicador de la virtud, y no siempre tan honestos: pero su tiempo ha pasado. Y no hace mucho que están en pie: y ya se tienden.

  Bienaventurados son estos somnolientos: pues no tardarán en quedar dormidos.

  Así habló Zaratustra.

12 febrero 2007

Una sábana es una superficie de tela con cuatro picos y algún dobladillo, capaz de envolver de un sólo trazo cuerpo y medio de razones para no dormir. La prodigiosa existencia de partículas de memoria entre sus plieges es un fenómeno aún poco conocido, pero sin duda evidente, como lo es el hecho de que las sábanas saben más de uno mismo que su propio dni. Entonces pobre de aquel cuyo juego de cama se aficiona a la ironía y practica la arruga vacía con quisquilloso rintintín, señalando exacto palmos, centímetros, distancias, posición, postura y volumen, duración e intensidad, cadencia respiratoria, contacto y abrazos. Así de sutil es mi insomnio: un sesenta por ciento algodón y un cuarenta de humor negro, cuatro picos, algún dobladillo, vestigios de anoche.

En Valencia (todavía), a casi doce de febrero de un curioso dosmil siete.

08 febrero 2007

De kién es este foro? me lo pregunto porque lo estoy invadiendo de escritos, y ya me está dando reparo. A alguien debo agradecer esto. Sinceramente, es un buen método para soportarse. Esto de escribir a alguien y no escribir a nadie en particular tiene su punto. El caso es q hoy llueve a cantaros y me han obligado a salir de casa p firmar unos papelitos q detesto. Los aborrezco por su falta de gracia y porque me recuerdan la retrospectiva del personaje q representé. Me he montado en un tren y, hasta q he llegado al supuesto destino, he ido viendo pasar cada uno de los trenes en los q he montado p firmar y desfirmar la venta de mi alma. Son muchos ya y, a pesar de q me producen mareo, lo sigo haciendo, sigo montando en los trenes sin cómicos. Y a mi me gustan esos vagones en los q aparece un tío desdentado con una guitarra y se pone a saltar de contento, y te dan ganas de ponerte a cantar con él, porque encima luego se le olvida pasar la gorra, y tú te preguntas: si este tío pasa de cobrar las gracias, qué coño hago yo sentada yendo a un destino a cobrar mis seriedades? Y es que, cuando salí de casa, se me olvidó el pacto q había hecho el cuerpo con mi alma, q se la lleva prisionera con cadenas al campamento del enemigo. Lo peor ha sido cuando he llegado a mi destino y me han sentado en una de esas butacas con olor a terciopelo violeta y a tecnología punta. Me han entrado unas ganas irresistibles de devolver, pero me he kedado allí pasmada, con cara de simpática, como si no supiera lo q iba a firmar. Ha llegado una mujer madura. Pensé q era una de esas super directoras trajeadas q me iba a contar el cuento de la lechera y cómo ordeñar mis rentabilidades. Pero no, ha soltado una carcajada mirándome a la cara. Y eso, para alguien de su posición, resulta algo más q cómico. Ninguna business manager, hoy en día, mira a la cara a uno de sus futuros recursos y se ríe como si hiciera buen tiempo. Lo digo yo q he visto a muchas. Debe ser que me ha debido leer los pocos pensamientos irónicos q me kedaban en ese momento. Y me ha ofrecido a su perro, un caniche rapao q se parece a la oveja lucero. Y acto seguido, como ha visto mi cara de póquer, también me ha ofrecido a su hijo. Luego, lo he entendido todo mucho mejor. Me ha explicado q para un mujer q va entrar en la treintena, soltera, sin hijos y sin ningún animal ni hombre a su cargo, la jugada me iba a salir cara. Vamos q hacienda me iba a pegar el palo, y q no merecían la pena los recorridos en trenes sin gracia. En fin, estas cosas q te pasan una mañana y no entiendes muy bien porqué, pero siempre piensas q es una señal del más allá. Aún así, he cogido la pluma y he firmado compulsivamente unas veinte hojas. Por dentro se me han caído unas veinte lágrimas por hoja, pero he seguido sonriendo. Acto seguido he montado en el mismo tren de vuelta. Ha sonado el móvil. Era mi condescendiente padre para recordarme que, de no comprar una casa rapidito, en un mes a no más tardar, el estado iba a tomarse la justicia por su mano, nunca mejor dicho. Y ya de paso también ha matizado que, de comprar, mis obligaciones serían las de viajar indefinidamente en uno de esos inalterables vagones. Así, q he llegado a mi casa y he pasado de irme a montar en bici con los snobs de turno. He pensado en coger la botella y mañana will be another day…pero joder, con la de sueños q tú tenías en tu infancia viajando en barco con tu monito Crispín!!!

07 febrero 2007

"Ya no hablas igual"- eso me dijeron. La palabra Canadá y el trineo con perros de plastilina no parecen sonar de la misma forma en mis labios azul klein. Así q hoy prometo no imitar a nadie y escribir con mi propia patente, con las palabras q yo misma modelé antes de q la paloma mensajera pasara por mi tejado. Lo siento, esto incluye a la "k" y a la "q" aunque no agraden.
Me educaron, como a casi todos, para aceptar las llamadas leyes de la ciencia. Sí, esas q nos hacen la vida más cómoda aunque eso no presuponga nada en lo q se refiere a su validez. Y es q estas leyes nos hacen gustarnos tanto q nos consideramos los pequeños principitos de la tierra….Pero alguien ya muerto tuvo sus dudas al respecto, y yo, por obra de la bienaventurada casualidad, me encontré con una de sus partículas subatómicas. Y ahora soy una de esas pseudos q no puede soportar la seriedad de la vida y q le gusta opinar q hay 12 variedades de quarks q se distinguen por seis sabores, tres colores, tres anticolores y varios grados de rareza. El azar, el orden aleatorio y los juegos han hecho temblar las leyes, realmente se han vuelto poco sólidas. Y ya no existe la marcha atrás prudente, sólo la vuelta de tuerca irónica. Por eso, por mucho q pienso y me estrujo la cabeza, lo único q tengo claro a día de hoy es el deseo de kerer habitar en cualkier lugar en el q haya una gran aceptación para los pseudos y poder maravillarme cada día haciendo una máscara con agujeros transpirables para mi adorable.